Sobrevivir es poder contar cada día lo que ha sucedido ayer.
Ayer parecía un día como cualquier otro. El frío de la noche dejó paso poco a poco a una temperatura suave hacia la tarde, para volver a descender hacia el ocaso. Así es septiembre al fin y al cabo.
Tocaba hacer la limpieza a primera hora y aunque ganas no tenía ninguna, el poder sacármela de encima cuanto antes fue un buen aliciente.
Hechas las tareas, tocaba comer. Contar que ahora somos dos y no tres todavía cuesta y no por el trabajo en sí, más bien por el vacío que ha dejado su ausencia. Cada día me encuentro con que hasta los detalles más insignificantes me recuerdan a el, día tras día.
De tarde tocaba la función principal, lo entretenido. Baloncesto, el primer partido de esta liga en casa.
Debut en casa, rival muy superior, lo que tenía que pasar era perder. Y se perdió.
Lo que podía pasar, lo que ha acabado pasando, era que un jugador rival con capacidad para romper partidos se marcó una de estas actuaciones que queda en el recuerdo. Lo sucedido se puede clasificar de portento, demostración o excelencia.
Sin embargo, y con matices, el de ayer no fue un partido para crucificar a nuestro/mi equipo. Cayó, habiéndose esforzado.
La cueeeeeesta de salida del pabellón, la cena con pan dulce y fruta, la reparadora cháchara telefónica… tuvieron menos pompa pero supusieron el cierre a un domingo que, pese a todo, tuvo sus cosas que contar.
Este es mi #relatosSobrevivir para @divagacionistas , espero que os guste.
