Como seguidor de un club deportivo tengo la suerte y la desgracia, según los resultados, de vivir cada año al menos una peculiar aventura.
En ella yo pongo mi parte, pequeña, implicándome. Otros tienen una responsabilidad mayor bien sea proporcionando medios económicos o humanos. Entre todos formamos ese ente, una peculiar familia unida por un interés común.
Cada cierto tiempo hay un partido, que unas veces se salda de un modo positivo y otras muchas con otro negativo, después viene una fase rápida de analizar lo sucedido, otra más compleja de digerirlo y finalmente llega la más tediosa, la de esperar al siguiente evento.
No voy a mentir: No me gusta esperar, me aburre y me desespera.
Entre octubre y abril cada semana, más o menos, hay competición, con lo que se va llevando, pero una vez acaba llegan meses con una actividad diferente, de rumores y despachos, esos resultan insufribles. Es entonces cuando interviene la paciencia, el arte de llenar ese vacío hasta que ocurre aquello que quieres.
Hace años me pregunté qué podía hacer para no desesperarme. La respuesta era tan obvia que me habría aplastado de haberme caído encima: Vivir.
Y es que la vida es aquello que pasa entre partido y partido.
Esta batallita participa en #relatosPaciencia de Divagacionistas, espero que os guste.
