Este mes @divagacionistas ha propuesto escribir sobre anillos, y no voy a mentir, no me gustan nada.
- Resulta que en países como E.E.U.U. en varios deportes colectivos el símbolo de la victoria es un anillo (en la NBA, sin ir más lejos). Un anillo que cada club hace a su propio criterio, normalmente muy lujoso y estrafalario y que desluce su propio significado.
- Tampoco me gustan los anillos de compromiso o de esponsales. No distingo ni en qué dedo van ni su valor (que otra gente los vea? ), y además a veces llevan implícita una exigencia de propiedad que no alcanzo a entender.
- Por supuesto, esos grandes y llamativos me causan repulsa. Feos con ganas y especialmente poco prácticos¿Merece la pena perder la función de un dedo para enseñar un adorno?
- De un tiempo a esta parte también se ven tatuajes en forma de anillo. Trozos permanentes de tinta que afean los dedos. “Soy malote, no te me acerques” parecen querer decir.
Tal vez lo más llamativo de todo el asunto es que hasta que hablé con una compañera de estudios, hace unos años, era algo en lo que jamás reparaba.
Este relato participa en los #relatosAnillos de abril.
