Elemento decorativo, herramienta indispensable, parte de mi ser. Objeto sin el que no soy quien soy ni lo que quiero ser. Pieza indispensable.
Me costó dar el paso entre ponerlas para dejar de ver algo mal a sentirme indefenso sin ellas. Y pasaron por prácticamente todas mis fases vitales, desde las primeras, con la actividad desaforada de la niñez, hasta las actuales, cada vez más sosegadas.
Por el camino la cuerda, el cristal irrompible, el metal y unas formas angulosas dejaron paso, progresivamente, al cristal normal, la pasta y unas formas más suaves.
Tengo las viejas aún por casa, cual reliquias, casi casi como fotos. Recuerdos.
Hay, sin embargo, otro elemento característico de las gafas, o al menos de las mías: Modifican mi manera de ver el mundo.
-Es una perogrullada, pero va más allá-
Ocurre normalmente un par de instantes al día. Paso de estar sin ellas a ponérmelas, de no ser a ser. Y mi percepción cambia completamente.
Sin ellas, desnudo, todo lo que me rodea es más grande, más colorido, más intenso, también más áspero. Mi límite visual diferencia entre una distancia en la que veo bien y en la que todo se vuelve borroso, desagradable, fuerte, y en el que no me manejo. Es sorprendentemente, tristemente, corta.
Con ellas, soy. Y el mundo que veo por ellas se parece más al que conozco.
A la hora de escribir sobre #relatosEsencia la idea no era soltar una parrafada sobre algo que, al fin y al cabo, no es parte de mi, ni tan siquiera irreemplazable, aunque casi casi, pero acepto que cada vez me va calando más la idea de
como tal.Espero que os guste.
