Dormir. Nada más leer el título de este mes automáticamente empezaron a bullir ideas en mi cabeza.
Para empezar, me alegré. Otras veces, como en el de las mascotas, no se me ocurre nada de lo que escribir hasta pasados unos días. Sin embargo esta vez me gustó y empezó uno de mis rituales típicos: Leer la entrada con calma e ir macerando las opciones unos días.
Sin embargo es la 1:02 de la madrugada y se ha colado por la derecha lo que está transcribiendo estas líneas, una crónica, más que un relato. Poco original sin duda.
Durante las últimas horas del día 27 he ido dejando discurrir el tiempo. Primero con un partido de fútbol entre dos selecciones por las que no tengo la menor simpatía. Luego por el trato al deporte femenino (baloncesto en este caso) de una televisión pública a la final del Eurobasket. Más tarde por el desarrollo de ese partido, saldado con la quinta plata seguida de las francesas.
Con todo el tiempo pasaba muy lentamente, así que zapeando me encontré con El Caso Slevin, y volví a verla. Es una película que he debido ver 15 veces en televisión y las 15 me ha gustado. Especialmente el trato que tienen los personajes de Josh Hartnett y Lucy Liu, de lo más tierno.
Así la indignación por el partido se transformó en disfrute, la frescura de ideas en embotamiento y el cuerpo va poco a poco respondiendo cada vez con mayor lentitud. De hecho este es el motivo por el que he colado esta idea ahora antes de las buenas, que ya no tengo claridad para exponerlas. Desde hace un rato me encuentro luchando contra mi mismo para acabar estas líneas con un mínimo de coherencia y no repetirme demasiado.
Esta crónica participa en el #relatosDormir de Divagacionistas. Buenas noches.
