Hace unos días alguien, a quien por cosas de las RRSS aprecio aunque no conozco en persona, tuiteó algo que me llamó la atención:
¿Cómo se recupera la ilusión?
Reconozco que me picó lo suficiente como para darle vueltas y contestar.
Descubriendo cosas nuevas, supongo.
Por acabar con la anécdota: Me gustó lo que le puse, pero no generó ninguna interacción por su parte, lo que a la vez me causó una pequeña desilusión.
El caso es que, @divagacionistas , habéis escogido para febrero un tema sobre el que llevo mucho tiempo haciéndome preguntas y obteniendo respuestas que no me gustan.
Ilusión es algo que tuve y que perdí, que dudo que pueda volver a sentir, y que hace mi vida peor de lo que me gustaría.
Hubo un momento en el que, por suerte, pensaba que el mundo era un lugar mucho mejor de lo que realmente es. En el que confiaba en la gente y vivía con optimismo y esperanza, en el que pensaba que si hacía las cosas bien iban a salir como pretendía.
Ilusión, fantasía, engaño.
La realidad es… bueno, lo que todos conocemos, una tremendísima mierda sin final feliz.
Con todo, no quiero cerrar estas líneas de bajón, así que si el mundo es una mierda y la esperanza un sentimiento vano ¿por qué merece la pena vivir la vida?
Pues… por esas pizcas de alegría que a veces surgen de manera inesperada y que hacen más llevadera la existencia.
Este es mi particular #relatosIlusión para Divagacionistas.
